HIAL - Historia de la Iglesia Evangélica en el Perú
Un espacio que trata sobre la historia de la Iglesia en América Latina, desde una perspectiva evangelica
lunes, 10 de abril de 2017
jueves, 28 de agosto de 2014
11.
Perspectivas futuras de la Iglesia Evangélica Latinoamericana
1. La era
“Post-Evangélica”
Post-evangelicalismo es un término usado para
describir antiguos adherentes del evangelicalismo. Post-evangelicalismo a veces
está vinculada con el fenómeno de la iglesia emergente, incluye una variedad de
líderes que se han distanciado de la corriente principal del cristianismo
evangélico por razones teológicas, políticas o culturales. La mayoría de estos siguen
siendo partidarios de la fe cristiana en alguna forma. La revista Christianity
Today, explica que los post evangélicos voluntariamente han decidido desvincularse
con el sistema de creencias dominante evangélico por lo menos eso se puede
entender de las siguientes revistas: algunos se identifican como evangélicos en
post-recuperación Evangélica, existe un portal de noticias en línea y la
opinión de "los evangélicos, después de los evangélicos y los de afuera
que todavía son como Jesús", el blog del monje en Internet, y la revista
Patrulla. Libro de Dave Tomlinson "El mensaje evangélico", y Graham
Cray, "El debate posterior Evangélico" son textos fundamentales para
entender el movimiento y el debate alrededor de ella.
¿Quiénes son los líderes de
la iglesia emergente?.
Este movimiento fundado por Gene Edwards y ya en decadencia en los últimos
años, ha sido reavivado por su discípulo Frank Viola, y por otros como Dan
Kimbal, Doug Paggit, Tony Jones, Alan Hirsch, George Barna, Brian Mc Laren,
Dallas Willard, Dan Southerland, Tim Keel, Wolfgang Simson, Dave Coleman, Wayne
Jacobsen, Tony Campolo, Leonard Sweet, Junior Zapata, Daniel Nájar o Antonio
Cruz, con la publicación de algunos libros. Se comparan a sí mismos con Lutero,
pues dicen ser los nuevos reformadores de la iglesia… Es una unidad o frente común para la
“deconstrucción” de la iglesia tradicional, sin embargo, ninguno de sus líderes
cree exactamente lo mismo. Su problema básico es que no creen en la verdad
absoluta, sino que para ellos “la verdad depende de la cultura en la que se
vive”. De acuerdo con la misión emergente, Jesús quiere salvar el cristianismo
con una gran reforma en la iglesia, a través de ellos. Algunos lo ven como un
movimiento positivo, y sus libros están siendo publicados por editoriales cristianas
y vendidos en librerías evangélicas… Este movimiento se nutre de creyentes
sinceros de todas las denominaciones. Personas idealistas, pero desanimadas o
insatisfechas y con poca formación bíblica.
También confunden a algunos nuevos creyentes que asisten a sus reuniones
pensando que se trata de células familiares o grupos de hogar. Todos son
bienvenidos porque todo vale. Ellos mismos se definen como eclécticos, es
decir, adoptan una posición media entre distintas doctrinas a fin de
conciliarlas. Procura no meterte en charcos como este. Como dice David
Wilkerson, ésta corriente está arrastrando a algunos cristianos sinceros a un
mal camino.
DAVID WILKERSON dice sobre ello: “«La iglesia
emergente», saliendo de las denominaciones, y mayormente de las mega iglesias, es una mezcla de protestantismo, catolicismo,
y ‘nuevas revelaciones’ de la mente de hombres educados, ‘buenos hombres’ que
han salido en alguna medida de la realidad de las Escrituras, de la verdad de
la Palabra de Dios, como fue revelada en la Sagrada Biblia. Están tratando de
buscar una revelación mayor; no a un libro cerrado sino a una profecía que se
iguale a la Biblia. Y esto está siendo divulgado a través del Internet. «No hay
infierno, porque, de ser así, habría un Dios de ira que disfruta con la
tortura; el cielo está aquí en la tierra, y tú puedes de alguna forma decidir
tu destino». Hay una nueva definición de quién es Cristo. Estos grupos
emergentes se están reuniendo en garajes, en sótanos, en las casas. Son
reuniones informales, con una mezcla de incienso y de velas. En un cuarto, hay
una cruz en el piso; usted puede escribir su nombre ahí, y poner todos sus
pecados debajo de la cruz. Algunas de estas iglesias tienen un cuarto para
comunión si usted quiere la comunión, y la comunión es con un poco de Coca-Cola
y con un trozo de pastel. Una nueva clase de hermandad. Un tipo de amor
diferente. Aceptan el budismo, el islamismo, y tratan de ver ‘lo bueno’ en cada
religión, como excusa para vivir en comunidad.
Escribe el Ps. Steven W.
Cornell en su artículo: “The Emergent Church- A new wave of evangelical
identity” Una posibilidad más
preocupante es que los líderes emergentes no estén realmente interesados en la
crítica reflexiva bíblica de la postmodernidad. ¿Está la empresa emergente por
la labor de buscar una mejor comprensión de la transición a la postmodernidad
preparándolo como un reto para la comunicación del Evangelio? ¿O más bien, los
líderes emergentes han abrazado los valores de la postmodernidad, porque
realmente los consideran superiores? El
valor más importante de la postmodernidad es la inadmisibilidad de todas las
formas de totalización de ver cualquier dimensión de la vida. La
postmodernidad, como una teoría, se niega a permitir la definición de una única
fuente de la verdad y la realidad más allá del individuo. El evangelio
entra en clara contradicción con este
valor. Si el Evangelio es rehén de las restricciones de la posmodernidad, deja
de ser una buena noticia. El llamado Movimiento Emergente Eclesial, también
conocido como Movimiento de la Iglesia Emergente, o Iglesia Emergente a secas.
Es un movimiento fragmentado, con mucha variedad por lo cual encontrar el
definirlo, no es fácil. Brian McLaren, uno de sus líderes declaró a
Christianity Today: “Por el momento es una conversación, no un movimiento.
Nosotros no tenemos un programa. No tenemos un modelo. Pienso que debemos
comenzar como una conversación, luego crecer como una amistad, y ver si resulta
en un movimiento.” Pero a diferencia de lo que dice McLaren, no es una
conversación en este momento, sino un movimiento, debido a la gran cantidad de
adherentes, sitios en Internet, iglesias, etc.
Un poco de historia
Este movimiento tuvo sus inicios a mediados de la
década de los 90. Nombres como Mark Driscoll, Doug Pagitt, Donald Miller, Karen
Ward, Don Johnson, Brian McLaren, Tony Jones, suenan a la hora de contemplar
este movimiento. Ya a finales de la década de los 90, Brian McLaren se unió al
grupo y fue ahí cuando se inició un cambio drástico, pues empezó a
desarrollarse un profundo cambio en lo teológico en la dirección contraria al
sentido de las Escrituras. En ese momento, Mark Driscoll se separa del
movimiento pues según declara, la conversación pasó de querer cambiar la forma
de llevar el evangelio, a cambiar totalmente el evangelio para poder
contextualizarlo a la cultura. Ese “acondicionar” el Evangelio a la gente
impía, para así buscar el atraerles a (ese evangelio adulterado), produjo sus
consecuencias. Driscoll aseguró que su decisión de salir del grupo se debió a
que McLaren y Pagitt querían cambiar la teología hasta puntos insostenibles.
Driscoll dice acerca de este grupo, “refiriéndose a Dios como mujer,
cuestionando la soberanía de Dios, negando la doctrina de la expiación de
Cristo en la cruz, y negando el infierno”. (http://sujetosalaroca.org/) Por
lo que podemos ver, este movimiento emergente no es monolítico, sino que tiende
en diferentes direcciones. En este estudio nos estaremos centrando en más en
las ramas extremas y alejadas de la ortodoxia cristiana.
1. Clasificando lo Emergente
No todo lo que se denomina “emergent” (o “emerging”,
en este caso) es malo de por sí. Veremos que hay posicionamientos que buscan
una manera diferente de hacer las cosas, pero no necesariamente buscando el
deshacer (o deconstruir) lo esencial de lo evangélico. Siempre deberemos
discernir bien. Darrin Patrick, es el
pastor principal de la iglesia The
Journey in Saint Louis, Missouri. El ha realizado el intento de clasificar en
tres ramas el movimiento emergente de la siguiente manera:
A. Emergente Conversacional: Su enfoque se concreta en la revisión
teológica, basando su interés en supuesta misiología. Su deseo es cambiar la
teología evangélica y reconstruirla. Se encuentran en la izquierda teológica. Ahí se encuentran
hombres como Brian McLaren, Scott McKnight, Nancy Murphy, Doug Pagitt, Tim
Keel, Karen Ward, Rob Bell, etc. Muchos
teólogos han dicho, leyendo el libro de Brian McLaren “Everything Must Change”,
que se ha salido de una vez por todas de lo evangélico con su nueva y corrupta
teología.
B. Emergente Atraccional:
Son los defensores de la teología reformada. Podríamos decir que están
en la derecha teológica. Dentro de estos se encuentran hombres como Mark
Driscoll, John Piper, Tim Keller, Matt Chandler, Wayne Grudem, Daniel
Montgomery, quienes siguen las ideas de Calvino, Lutero, Zwingly, y el resto de
los reformistas (Christianity Today. September 2006.)
C. Emergente Encarnacional: Se enfocan en cambiar la estructura de la
iglesia, abogando por las iglesias que se congregan en los hogares. No desean
tener grandes iglesias, a diferencia de los emergentes atraccionales.
Teológicamente se encuentran en el centro. Se encuentran hombres como Bob Hyatt
y Jonathan S. Campbell.
Otra clasificación:
Quizás la siguiente clasificación es más clara. Es la
que aporta Ed Stetzer, Director de Lifeway Research y Lifeway's Missiologist in
Residence. Stetzer divide el movimiento en tres categorías: los relevantes; los
reconstruccionistas; y los revisionistas.
a) Relevantes: Son los que toman el mismo evangelio en
su forma histórica pero buscan hacerlo comprensible a la cultura postmoderna.
Utilizan diferentes métodos de alabanza, predicación, estructura, etc.
b) Reconstruccionistas: Toman el mismo evangelio pero
reconstruyen la forma de la iglesia. Un ejemplo son los que promueven las
‘house churches’ (iglesias hogareñas).
c) Revisionistas: Estos cuestionan y revisan no solo la
iglesia, pero también lo que la mayoría de evangélicos entienden del evangelio.
Estos serían los “conversacionalistas” de Darrin Patrick, el extremo de lo
emergente.
La diferencia entre
“emergent” y “emerging”
Mark Driscoll, divide al movimiento en dos: “Emerging”
y “Emergent”. Con esto quiere distinguir a aquellos que desean buscar
diferentes formas de atraer a más personas a la iglesia sin cambiar la teología
(emerging) y aquellos que para atraer a más personas han iniciado a cambiar el
evangelio para satisfacer al resto de las culturas, adoptando creencias de
estas otras religiones (emergent) (Criswell Theological Review–Spring 2006;
87-93). Mark Driscoll, catalogado dentro del movimiento emergente (‘emerging’)
se refirió en su libro “Confessions of a Reformission Rev...”, diciendo: “Yo
fui parte de lo que ahora se conoce como el movimiento de la iglesia emergente
en sus primeros días…Me tuve que distanciar, sin embargo, de una de sus ramas
debido a diferencias teológicas. Desde el final de los 1990’s, esta rama se ha
conocido como ‘Emergent’. La iglesia emergente es la última versión del
liberalismo. La única diferencia es que el viejo liberalismo se acomodaba a la
modernidad y el nuevo liberalismo se acomoda a la postmodernidad.”
Veamos lo que encontramos en la Wikipedia referente a
lo “emergente” (”emergent”): “Los "cristianos emergentes"
deconstruyen y reconstruyen creencias cristianas, ciertas normas culturales y
métodos. Esa contextualización puede apreciarse en la manera como este
movimiento maneja la epistemología (*) post-fundacional y el abordaje
pluralista del postmodernismo en cuanto a la religión y la espiritualidad” (*)
“Parte de la filosofía que trata de los fundamentos y los métodos del
conocimiento científico” En otras palabras, y como se dice en cristiano
paladino, “hacen de su capa un sayo”. Hacen lo que quieren acomodando esto o
aquello según sus intereses, según la clara y maquiavélica premisa: “El fin
justifica los medios”.
2. Filosofía emergente
“Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros
acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos
que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los
santos” (Judas 3, 4) La visión del mundo
dentro de este movimiento es definitivamente postmodernista. Dentro del
postmodernismo la verdad es tomada siempre bajo sospecha. La preocupación de la
iglesia emergente es presentar un cristianismo que la cultura postmoderna pueda
entender. Pero debido a que el postmodernismo rechaza el concepto de la verdad
absoluta, y a que el cristianismo dice ser la proclamación de la absoluta
verdad, el enfrentamiento entre ambos no se hace esperar, y es inevitable. Desde
un principio, sus postulantes han buscado vivir su fe en la sociedad posmoderna
independientemente de lo que denominan “tradiciones religiosas cristianas”. La
iglesia emergente pretende alcanzar a esta generación postmoderna, pero más
bien ha ocurrido justo lo contrario. Es la iglesia que pretende emerger o
surgir del entendimiento tradicional de iglesia hacia una expresión
postmodernista. Sus adherentes lo ven como “una iglesia postmoderna para una
cultura postmoderna”. Por ello algunos otros títulos asociados a lo Emergente
son: post-evangélico; post-conservador; post-fundamentalista;
post-fundacionalista; post-protestante, y jóvenes evangélicos. Vemos aquí
demostrada una tremenda insatisfacción por parte de los proponentes de lo
emergente y sus seguidores, no sólo hacia las formas dentro de lo evangélico,
sino también en cuanto a los contenidos, y ahí más bien radica el problema.
La “des-construcción”
Emergente
Los Emergentes tienen un modismo particular llamado
“Des-construir” (deconstruct), que significaría algo así como “desmontar”.
Sería lo que un aprendiz de mecánico haría si le presentaran un motor de un
vehículo. Lo desmontaría pieza por pieza para saber que es qué. Los Emergentes
hacen justo esto, pero no sólo con el “marco” (las formas tradicionalistas
evangélicas), lo cual no sería problema, sino con el fondo; con las
declaraciones escriturales. Ahí si tenemos un problema, porque parten de un
posicionamiento de no fe. Además, dado que de partida, por su posición
postmoderna, contraria a lo que ellos llaman “modernismo”, no aceptan absolutos
(por tanto, no aceptan declaraciones de fe), por lo tanto, en sus
“conversaciones” y “diálogos”, jamás pueden llegar a ninguna conclusión,
excepto esta: “no hay conclusión”. Ellos dicen que la Biblia dice que
examinemos todo y retengamos lo bueno (1 Ts. 5: 21), pero el sentido de las
palabras del apóstol Pablo es en relación a las cosas que oímos, que vemos,
etc. no en cuanto a la inerrante Palabra de Dios, la cual jamás miente: “Toda
la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia” (2 Ti. 3: 16). Lo Emergente es
absolutamente incompatible con la fe cristiana, ya que esta parte de absolutos,
y lo emergente los niega por principio.
En busca del misticismo
perdido
En la Edad Media la gente estaba volcada en el
misticismo, y además, todos creían que
Dios era el autor de todas las cosas. No obstante, para el modernismo,
el hombre era el autor de todas las cosas. A su vez, en el postmodernismo, se
habría creado un misticismo iluminado, un sincretismo o mezcla de ambos
conceptos. Lo Emergente parte de un posicionamiento histórico-filosófico que lo
caracterice: el misticismo. Vemos que las Escrituras para los emergentes son
apreciadas por su misterio y no por su verdad. Es el misticismo lo que les
atrae, la fantasía, lo ilusorio, y el misterio, no la verdad de Dios. No es más
que una forma de escapismo. En ese misticismo recurrente hacia el catolicismo
medieval y monástico, encienden velas, levantan íconos, imágenes. Crean una
atmósfera con diferentes sonidos e impregnada de diferentes aromas, etc. Toda
esa apariencia puede cautivar a aquellos que sólo buscan nuevas sensaciones y
emociones. “Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen
al Espíritu” (Judas 19) El misticismo es parte clave del “cristianismo
emergente", debido al rechazo de la verdad objetiva, la teología
sistemática, la hermenéutica, y en última instancia, el rechazo de la creencia
de que ha de ser válido el lenguaje concreto de Dios acerca de Dios. Con un
concepto incierto de Jesús, conocimiento incierto en cuanto a todo, una
salvación incierta, y una esperanza incierta basada en la idea tenue de que el
reino de Dios está de alguna manera “emergiendo” en el proceso de la historia
mundial, “lo emergente” ofrece la comodidad de las experiencias místicas, que
no suponen ninguna responsabilidad espiritual, sino sólo la búsqueda de la felicidad
personalista y ególatra. El postmodernismo – a diferencia del modernismo -
asegura que nadie puede estar realmente seguro de nada. Esta asunción
aparentemente cargada de humildad pero carente de sentido divino, es la base
filosófica de lo emergente, y lamentablemente este mismo contraprincipio se
aplica a su teología: lo que importa no es lo que el autor dijo, sino lo que el
lector o el espectador experimenta.
Así, todo queda en aras de la subjetividad. Para ser
consecuente con la filosofía postmodernista, los emergentes deben desechar los
dogmas verdaderos, es decir, las doctrinas. Deben purgar la iglesia de un
evangelio exclusivo, una Biblia “autoritativa” y, entre otras cosas, de las
doctrinas molestas como el infierno, el pecado original, etc. Esto es lo que
está sucediendo en este momento. ¿Qué colocan en lugar de esto? De acuerdo al
pensamiento postmodernista: misterio y preguntas. Debido a que las Escrituras
han sido de-construidas, todo lo que queda es el relativismo. (http://sujetosalaroca.org/) En ese sentido Doug Pagitt, recientemente
en una entrevista con Todd Friel de Way of The Master Radio, negó que el
infierno fuera un lugar, y que fuera el propósito de Dios enviar a los
pecadores ahí.
3. Su tremenda insatisfacción
hacia lo tradicional
Brian McLaren escribe así en su famoso libro “Generous
Orthodoxy” pp. 255, 256, 257: “El cristianismo occidental (desde los últimos siglos) ha dicho
relativamente poco acerca de la mente y de las prácticas de meditación, de lo
que el budismo Zen ha dicho mucho. Hablar de cosas diferentes no es
contradecirse unos a otros, es, más bien, tener mucho que ofrecer entre sí, de
vez en cuando por lo menos… se nos ofrece una síntesis de las religiones del
mundo para el diálogo” Cuando uno está insatisfecho con su fe cristiana –
normalmente, porque esa fe es inexistente para él – siempre va a la zaga
buscando que encontrar para llevarse a su boca espiritual. ¿Qué tendrá el
budismo que ofrecer de bueno, sabiendo que es una filosofía diabólica? ¿Cómo es
posible que un líder cristiano (así se presenta él) pueda decir eso que dice, y
por escrito?
El yoga, ¿no es malo?
En entrevista para la televisión Doug Pagitt fue
preguntado acerca del yoga y si un cristianos debería practicarlo, el
claramente dijo que no veía ningún problema en la práctica del yoga. Es más
citó el pasaje de la Escritura de Filipenses 4: 8 (todo lo que verdadero, todo
lo honesto, justo, puro…en esto pensad) para justificar su tropelía. El
yoga es una de las seis doctrinas
tradicionales del hinduismo. La palabra se asocia con prácticas de meditación
en el hinduismo, el budismo y el jainismo. Según sus practicantes, el yoga
otorga como resultado la unión o integración del alma individual con los
dioses, o bien el desarrollo de la conciencia espiritual. El yoga es una
práctica que viene del hinduismo, y tiene mucho que ver con asimilación de
espíritus inmundos. ¡Nada que ver con el cristianismo!
El movimiento emergente surge de la queja contra el
que llamarían el establishment evangélico. Poco bueno sale de lo malo, aunque
siempre hay que estar abiertos a recibir críticas, porque en algunos casos, nos
ayudará a enmendarnos. Dicho esto, prosigo. Aparentemente, la queja de los
proponentes de lo Emergente hacia los posicionamientos conservacionistas podría
ser hasta cierto punto comprensible. Escribe así el Ps. Steven W. Cornell en su
artículo “The Emergent Church- A new wave of evangelical identity”: “Algunos de
los líderes más influyentes en lo Emergente han surgido de los enfoques
conservadores y fundamentalistas del cristianismo. Se desprende de sus escritos
que estos líderes se sienten traicionados por sus enseñadores. Rechazan la
simplista, parcial y enjuiciadora manera como les enseñaron a mirar a las
gentes en el mundo - muchas de las cuales parecen más agradables, humildes y
amables que la gente de sus iglesias
fundamentalistas”. Lo que se entreve del movimiento Emergente, es una gran
falta de discernimiento, y como dije antes, un confundir el fondo con la forma.
Es cierto que hay cristianos profesantes que andan en insinceridad,
parcialidad, deshonestidad, etc. pero ese no es motivo para rechazar el
cristianismo tal y como la Biblia lo enseña, e ir a formas y sobretodo – fondos
- que contradicen en mayor o menor grado ese cristianismo auténtico.
10. La Búsqueda de Identidad y
Continuidad Histórica en el Movimiento Evangélico
10.1. La Iglesia, la
Modernidad y Posmodernidad en Latinoamérica
El Historiador Arturo
Piedra sostiene que si bien hay algunos rasgos de la postmodernidad en nuestros
países latinoamericanos, no se puede olvidar que su aparición se suscitó en otras
latitudes, especialmente en Europa y Estado Unidos. Es decir, que la postmodernidad,
llega a nuestra América desde otro contexto. Pero que a diferencia de Europa y los
Estados Unidos, en América Latina no se ha experimentado a plenitud la modernidad
que confrontan los posmodernos. De allí,
que hoy halla muchos en América Latina que estén todavía anhelando las mieles de
lo moderno. Esto es innegable, pues hoy América Latina sigue sumida en una crisis
severa en todas sus esferas. Desde la perspectiva económica, el proceso de globalización
es un factor que impide el crecimiento de la región, y que combinado con el fracaso
de los gobiernos de crear empleos, y la corrupción tan profundamente arraigada,
son causas centrales de tan grave crisis económica.
¿Existirá pues, la postmodernidad
en esta agobiada y sufrida Latinoamérica? Tito Paredes, señala, que hay varias maneras
de acercarse al cambio sociocultural de nuestro mundo contemporáneo. Una de ellas
es hablar de sociedades premodernas, modernas y postmodernas. Las primeras se caracterizan
como anteriores a la revolución científica, las segundas se ponen debajo del paradigma
del progreso científico y tecnológico, y la postmoderna cuestiona los aspectos absolutistas
y racionalistas de la postmodernidad. Otra manera es usando la analogía de Alvin
y Heidi Tofler. Ellos nos hablan del cambio sociocultural a través de la historia
en términos de olas. La primera ola tiene que ver con la revolución agrícola, la
segunda con la revolución industrial, y la tercera con la revolución informática.
Cabe entonces la pregunta,
¿en que ola estamos en América Latina? ¿Cuál es el paradigma predominante? Haciendo
una analogía de la última teoría podemos darnos cuenta de manera que los paradigmas
y olas de manera simultánea siguen vigentes. Existen por igual zonas agrícolas e
industriales, al igual que aunque una minoría pero creciente población participa
de la informática globalizada, siendo parte de la llamada aldea global. Pero a la
vez hay un fenómeno digno de analizar, y es que la olas o los paradigmas coexisten
paralelamente ignorándose mutuamente, o bien conflictuando unos con otros. Pero, ¿realmente es posible la posmodernidad en América
Latina? García Canclini asevera en relación a esta parte del continente, que es
verdad que desde la perspectiva económica la posmodernidad se ve reflejada, pero
a la vez se pregunta, si tendrá en verdad
sentido hablar de la posmodernidad en un contexto latinoamericano en el cual no
hubo una industrialización sólida, ni tecnificación, ni ordenamiento socio-político
basado en la racionalidad formal y material. Así que, ¿Cómo puede entonces América
Latina abandonar los ideales modernos, cuando estos ni siquiera se han solidificado
en la región? Si tal paradigma existe, ¿no debería entenderse desde otra perspectiva
para este contexto tan diferente al de Europa y Estados Unidos? Acertadamente Margit
Eckholt señala, “América Latina es un continente premoderno en traje postmoderno”.
Hablar entonces de la posmodernidad en América Latina no significa el fin de la modernidad, sino como
García-Canclini señala, estamos en una pos-intra-modernidad.
Debido a que la modernidad
y la postmodernidad son fenómenos que se han originado en Europa principalmente,
a nuestra América Latina se le obliga a insertarse en un devenir que hoy en gran
medida es ajeno a nuestro contexto. Tales pasos agigantados y desequilibrantes,
nos obligan a vivir una postmodernidad diferente a la que se experimenta en otras
regiones del planeta. Podemos concluir que la postmodernidad en América Latina no
es la misma que la Europea. Sino que el análisis y la comprensión de la posmodernidad
desde el contexto latinoamericano debe considerar la perspectiva histórica de su
incorporación en la experiencia de la modernidad, la perspectiva histórica de su
lucha en busca de espacios para ser hombres libres, y lo heterogéneo de su cultura.
UN EFECTO CENTRÍFUGO:
UNA NUEVA MANERA DE SER IGLESIA.
IGLESIAS SIN DENOMINACION Y LA GLOBALIZACION RELIGIOSA.
El paradigma de la postmodernidad
ha traído diversos efectos en el campo de la religión en especial el llamado pluralismo
religioso, que no es otra cosa, sino nuevas formas de religión, lo que afecta en
el quehacer de la iglesia. Más específicamente, está provocando cambios drásticos
en la vida de la iglesia evangélica en América Latina. A diferencia del denominacionalismo
en el paradigma de la modernidad, planteaba barreras profundas y distintivos indelebles
de cada movimiento evangélico. En la postmodernidad, se está dando un cambio de
perspectiva de lo que es la iglesia en general. Se está produciendo una apertura
sin fronteras entre los diversos movimientos religiosos, los cuales están uniendo
esfuerzos, o por lo menos teniendo acercamientos sin precedentes e imposibles en
otros tiempos. La postmodernidad ha incidido directamente en la concepción moderna
de ver a la religión como institucional, única, definida e intocable. El enfatizar
en las profundas diferencias denominacionales a tal punto de excluir a los demás,
hoy está en el olvido. Las iglesias institucionalizadas, establecidas como pilares
e iconos de las sociedades, han quedado en el rezago, pues han sido incapaces de
dar respuestas pertinentes y relevantes a las nuevas generaciones. Las que, ante
la pérdida de la confianza en esos cuerpos eclesiásticos, optan por una búsqueda
más orientada en personas, que instituciones,
en individuos, más que en lugares establecidos. Podemos decir entonces, que se está
gestando una nueva manera de ver a la religión
y por ende a la iglesia. Ante este hecho innegable, podemos señalar sin temor a
equivocarnos que las iglesias evangélicas especialmente en Latinoamérica están en
un proceso de cambio. A las cuales en otros tiempos y por influencia de la cultura,
las hemos entendido en términos de denominaciones. En otras épocas, los paradigmas
denominacionales eran necesarios para las
iglesias en su teología, sus posicionamientos sociales, y hasta en la manera de
hacer misión en el mundo. Hoy esas barreras denominacionales no son tan decisivas
ni visibles, aún más se están derrumbando.
Ser parte de una denominación, cada vez más deja de ser relevante, alejándose
así sigilosa y rápidamente del llamado denominacionalismo, y aperturándose cada
vez más a reconocer la pluralidad religiosa en que se vive. Todo esto nos lleva
a plantearnos preguntas tales como, ¿Qué
significa lo denominacional hoy? ¿Qué significa hoy ser bautista, presbiteriano,
pentecostal, metodista? ¿En verdad hoy se puede ser bautista, presbiteriano, metodista,
pentecostal? Pablo Deiros señala que es
sorprendente el proceso de la revolución eclesiológica en la época actual, pues
el protestantismo latinoamericano está dejando de ser marcadamente denominacional
para configurar lo que se podría calificar como posdenominacional. El mismo autor
manifiesta que todo parece indicar que estamos ante el desarrollo de un cristianismo
evangélico no denominacional, pero no significa que las estructuras denominacionales
dejen de existir, pero si está siendo superados por una nueva dinámica de fe y práctica.
Como afirma Arturo Piedra,
las denominaciones están en crisis de identidad. Esto básicamente se debe a las
fuertes influencias que ya se deja sentir en el llamado posdenominacionalismo, en
el cual no existen las lealtades históricas. Las denominaciones se han transformado
en sólo un pasado histórico religioso, ajeno e indeseable para las nuevas generaciones.
Una razón para ello, es la tendencia a lo efímero que la posmodernidad misma postula
como uno de sus valores. De tal manera que, el pasado como clave para el futuro
ya no tiene importancia. Aunado a esto, hay
que reconocer que la iglesia evangélica en América Latina es una iglesia sin sentido
histórico. Es una iglesia amnésica de sus propias raíces, y por ende, se encuentra
en una permanente crisis de identidad. Es campo fértil a la vulnerabilidad de las
modas, olas, herejías, y por tanto fácil de perder sus distintivos denominacionales.
Claro que la iglesia ha de ser sabia para
no caer en el peligro de no perder su identidad.
Debe hacer una distinción clara entre lo que es esencia y lo contingente. Lo primero
no debe ni puede cambiar pues se dejaría de ser cristianos e iglesia. Lo segundo,
debe adaptarse según el contexto en que se vive. Por esencial, se entiende la obra
salvífica de Jesucristo en la cruz del calvario, la aceptación por fe y gracia de
Dios, y el establecimiento de un pueblo redimido por el plan redentor de Dios cumplido
a cabalidad en Cristo, quien nos lleva a la vida por la eternidad. Esencia, que
sin duda, está en la gran mayoría de las iglesias evangélicas en Latinoamérica.
En relación a lo contingente podemos entender culto, métodos, estrategias, medios,
a través de los cuales la iglesia expresa su fe en el mundo. Si bien esto no resuelve
el gran reto que las iglesias tienen, si permitirá señalar los límites o fronteras
que es necesario respetar, los cuales serán menester definir y delimitar dependiendo
del contexto en el que la iglesia se desarrolla.
¿Dejarán entonces de
existir las eclesiologías denominacionales?
¿Está condenada a perecer la Eclesiología bautista, presbiteriana, metodista, etc.?
¿Estaremos frente a una renovación radical de las eclesiologías, para llegar a una
eclesiología común, que si bien no signifique edificar una sola iglesia, un solo
gobierno, una sola estructura, sí nos permita
que en medio de la diversidad podamos
ser uno en Cristo? ¿Serán las iglesias sin denominación y con una eclesiología común
las que predominen en el siglo XXI? ¿Más que iglesias denominacionales, serán las
iglesias globales las que sean punta de lanza en este nuevo paradigma? Además, esta
nueva manera de ser iglesia, ¿será para bien de América Latina? ¿Qué peligros se
corren sí en vez de cuerpos denominacionales existen iglesias sin denominación?
¿Este efecto centrífugo en qué contribuye en el marco de la pluralidad religiosa?
Justo l. Gonzáles en su libro Mapas para la Historia Futura de la Iglesia señala
que el mapa del cristianismo que nos servía hace algunas décadas ya no funciona,
es un viejo mapa. Ante esto, Antonio Cruz describiendo como el cristianismo debe
responder ante los desafíos globales, manifiesta que hemos de darnos cuenta que
el centro de gravedad del cristianismo mundial (católicos, protestantes y ortodoxos)
se ha trasladado al hemisferio sur. A inicios del siglo 20 el 80% de la cristiandad
estaba integrada por europeos y norteamericanos, hoy a inicios del siglo XXI, el
60% de los cristianos están en África, Asia y Latinoamericano.
Este desplazamiento
religioso se ha realizado más rápidamente que en cualquier otra época de la historia.
Ante este rápido crecimiento se están generando polémicas pues ha habido una proliferación
de diversas confesiones de fe, de tal manera que algunos están proponiendo una religión
global que lo incluya todo, no importando el sincretismo y la pérdida de identidad
cristiana Pero, ¿son positivas y convenientes las relaciones ínter confesionales,
y el diálogo interreligioso? ¿Qué tipo de relación sería necesario mantener? ¿Será
un mero dialogo entre los teólogos, o incluirá la convivencia y la cooperación día
a día con personas de otras confesiones religiosas? En este sentido, quizás la mayor contribución del posdenominacionalismo
es que está desafiando a las iglesias para que amplíen su visión más allá de sus
estructuras, sin que esto, signifique la pérdida de sus propias creencias, sino
que coadyuva a tener una cosmovisión mas amplia de lo que significa contextualizar
el quehacer eclesiástico en términos entendibles para el mundo de hoy. A la vez,
ante el desafío de la pluralidad religiosa, es motor de una interacción dinámica,
del diálogo y cooperación con aquellos movimientos religiosos
con quienes en esencia se tienen ideologías semejantes, y aún con los que a pesar
de las marcadas diferencias es posible tener un acercamiento sin que esto signifique
ser sincretista o perder la identidad y esencia del cristianismo.
B. MISIOLOGIA,
UNA NUEVA DIMENSION.
Hoy la misión se ve
como la iglesia-con-otros. Ya no es un asunto del esfuerzo de una iglesia o denominación,
sino una red de personas e iglesias que unen esfuerzos coordinados en pro del evangelio.
Pero, ¿Qué factores están provocando que emerja esta nueva visión misiológica? Una
de las principales, es el llamado fenómeno de la globalización. El cual en su parte
más luminosa sugiere que el desarrollo de las comunicaciones ha reducido al planeta
a una especie de aldea global. Las distancias ya no separan a las personas. El planeta
se ha hecho pequeño. Se han eliminado las fronteras entre las naciones, por lo que
nadie se puede aislar del resto de mundo.
Ejemplo de esto, en Latinoamérica, lo encontramos en el cada vez y mayor
creciente poder de la televisión evangélica, que están creando una manera distinta
de llevar el evangelio a la región. Las redes sociales están revolucionando el quehacer misiologico de
la iglesia. Otro de los factores que está dictando y redefiniendo como hacer misión
en este siglo, es el acelerado crecimiento de las grandes urbes a nivel mundial.
Deiros analiza este asunto, y concluye que el protestantismo latinoamericano del
futuro es un protestantismo eminentemente urbano. A fin de responder con el evangelio
a tales demandas, las iglesias tendrán que cambiar radicalmente la manera en que
definan su comprensión de la fe, sus estructuras eclesiológicas y su misión en el
mundo.
Otro factor clave es
el concepto de religión. Mardones, hace un estudio detallado al respecto, pero sólo
hemos de mencionar que en este tiempo nos encontramos ante una vuelta de la religión.
De tal manera que hoy más que nunca hay espíritus deseosos de encontrarse con Dios,
aunque esto no signifique necesariamente que éste sea el Dios del cristianismo,
sino que éste se busca por otros caminos a veces disparatados. Estamos pues ante
una nueva era religiosa, que desafía a las iglesias evangélicas a redefinir su quehacer
misionero. Vivimos en un ecumenismo envolvente, que reduce todas las religiones
a caminos semejantes hacia Dios. ¿Cómo entonces, las iglesias evangélicas han de
marcar diferencia en un mundo pluralmente religioso? ¿Qué y cómo hacer para que
el mensaje del evangelio no se pierda en la inmensidad de las ofertas religiosas
de nuestro tiempo? Siguiendo a Küng y a Bosh, Arturo Piedra señala que ante este
paradigma ecuménico, las iglesias evangélicas deben tomar en serio el comprender
bíblicamente lo que significa ser cristiano en el mundo globalizado. Por su parte,
Antonio Cruz concluye su escrito diciendo que hay que replantear el denominacionalismo
que nos ha sido traído desde fuera.
Sin duda, que cualquier
estrategia para comunicar el evangelio en esta aldea global, se queda corta ante
la realidad que nos rodea. Sin embargo, es un desafío inicial que nos debe mover
a redefinir nuestras estrategias evangelísticas, las cuales ha de ser tan diversas
como el contexto en que la iglesia vive y se desarrolla. El efecto centrífugo al que hemos hecho referencia,
nos deja con varias interrogantes a las que hemos de buscar ávidamente las respuestas
si es que queremos ser luz y sal en el contexto que nos toca vivir. ¿Estamos dispuestos
los cristianos e iglesias evangélicas a dejar a un lado nuestras barreras ideológicas
y de praxis en aras de cooperar con inteligencia para así llevar el evangelio hasta
lo último de la tierra? ¿Tenemos la madurez teológica como para dialogar con los
diversos movimientos religiosos aún aquellos no cristianos, con la cultura, con
la sociedad, la política y la economía sin que esto redunde en una pérdida de identidad?
¿Queremos en verdad alcanzar al mundo con el evangelio, de tal manera que esto nos
lleve a redefinir nuestra fe, el quehacer eclesiástico y misiologico en términos
que los tiempos actuales lo demandan? ¿Seremos esa generación de cristianos e iglesias
que en vez de escondernos bajo el almud, enfrentemos este nuevo paradigma con éxito
que redunde en el avance y establecimiento del Reino de Dios? Lo esencial nunca
cambia. El ser humano sigue hambriento y sediento como en el tiempo de Isaías o
de Jesús. Pero las maneras de hacer llegar agua al sediento no sólo evolucionan,
sino revolucionan según el devenir del mundo. Y puesto que la iglesia no es inmutable,
ni suprahistórica, entonces, hemos de enfrentar con toda seriedad, preocupación
y sabiduría de Dios, todos los desafíos que este nuevo paradigma nos presenta.
UN EFECTO HOLISTICO:
HACIA UNA NUEVA ESPIRITUALIDAD.
A. Espiritualidad
en dos dimensiones.
Hay un innegable vacío
espiritual del hombre posmoderno. La ruptura del mito cientificista y su promesa
de construir un mundo mejor lleno de paz y de felicidad, esta causando un enorme
vacío espiritual que esta llamando al hombre a un retorno a lo sagrado, a revitalizarse
religiosamente, aunque esto no significa la revitalización del cristianismo. Esta
búsqueda es producto de lo que Mardones llama post-secularización. A diferencia
de la modernidad en la que el ser humano puso distancia de por medio con su creador
dejándolo fuera de cualquier ámbito de la vida, y estableciendo así que Dios, la
religión y lo sacro no son necesarios para sostener el mundo. En este nuevo paradigma de la postmodernidad,
hay un desencantamiento de la racionalidad, por lo que se está produciendo un resurgimiento
de lo religioso, que permite hablar de la secularización de la secularización, la
postsecularización. Este efecto vívido de la posmodernidad, es lo que podríamos
denominar un efecto holístico, que se puede definir como el todo. El ser humano
está buscando por todas las vías posibles satisfacer su hambre espiritual, aunque
esto no signifique necesariamente que esto sea a través de los medios y/o caminos
correctos. Mardones señala algunos síntomas que en el futuro nos estaremos enfrentando
en el campo religioso, entre ellos enlista un creciente interés en el significado
y propósito de la vida, una religiosidad enfocada en el individuo, el utilitarismo
de la religión, y una relativización de las creencias cristianas. ¿Entonces hacia
donde se dirige esta nueva espiritualidad? ¿Cuáles son los rasgos de esta nueva
espiritualidad? .
Hoy estamos ante una
espiritualidad en dos dimensiones. Por una parte, este es el tiempo del redescubrimiento, y la revitalización
religiosa, pero a la vez se enarbolan dos
banderas principales de la posmodernidad,
el nihilismo y el agnosticismo. El primero, como negación de cualquier creencia
religiosa que a la postre atrofia a la espiritualidad del ser humano. Mata la fe,
destruye la confianza, de tal manera que no se sabe si Dios existe pero tampoco
importa demasiado. Y el último, que a diferencia de la modernidad que negaba categóricamente la existencia de Dios,
el ateísmo posmoderno, dice que es imposible
saber de la existencia de Dios. La dimensión agnóstica de la posmodernidad no se
cansa de gritar a los cuatro vientos que ya no hay trascendencia, por lo que no
hay que preocuparse de tales cuestiones. Esto por supuesto no significa que al postmodernidad
es irreligiosa. Todo lo contrario, es ejemplo claro de que en la postmodernidad
convergen una gran abanico de creencias, pues en una época de vacío espiritual permanece
la nostalgia de lo religioso, aunque algunos pretendan negarlo y ser indiferentes.
A la vez, hay dos dimensiones
notorias en esta búsqueda holística en la espiritualidad del ser humano postmoderno.
Por un lado, es inevitable reconocer el hambre
espiritual del ser humano contemporáneo, pero lo es por igual la perversión de lo
religioso. Esto se produce especialmente
cuando se convierte el culto en más que un acto de reverencia a la divinidad o a
lo sagrado, en un ritual para manipularlo a su antojo. Estamos ante un fenómeno
de redescubrimiento, de revitalización religiosa, pero también de distanciamiento
y distorsión de todo lo religioso. No hay un sólo sendero, sino que proliferan los
caminos, manifestaciones múltiples desinstitucionalizadas, libres, temporales, cambiantes,
eclécticas y fragmentadas.
B. Espiritualidad
de la sospecha.
Deiros señala que América
Latina ha pasado por un proceso de secularización, que aunque no es igual que el
europeo que ha desplazado a lo cristiano, sí es notorio que la tradición ha ido
perdiendo fuerza. Lo novedoso se ve con más simpatía que lo tradicional. El cristianismo dominguero se ha ido tornando
más común en los círculos cristianos. La práctica religiosa se ha visto fuertemente
afectada, incluyendo la que se desarrolla en el seno de las familias. Esta nueva
espiritualidad se muestra alérgica a los dogmas o doctrinas sistematizadas e intelectualizadas.
Es por ello, que aunque el hombre posmoderno siente la necesidad de creer en algo,
se resiste a integrarse al seno de una religión institucionalizada, de tal manera
que las religiones históricas se ven como burocráticas y sin credibilidad. En palabras
de Mariano Corbi: si queremos beber el vino no nos queda de otra que usar otras
copas. El modus operandis de las religiones institucionalizadas quedó obsoleto. Esto es debido a que
la sociedad plural contemporánea concibe la idea de que el mundo y la realidad puede
interpretarse desde muchos puntos de vista diferentes. Todo depende del cristal
con que se mire. Esto genera tarde o temprano un malestar de duda e incertidumbre.
Los valores quedan cuestionados y los sistemas de vida tales como la familia, la
política, o la fe religiosa quedan en una profunda degradación, especialmente aquella
fe representada en alguna institución histórica. Es por ello que, hoy se confía
más en la orientación y dirección de psicólogos, pedagogos, astrólogos, chamanes
que la de un pastor, sacerdote o líder religioso. Ante este panorama, ¿Qué podemos
hacer los cristianos latinoamericanos herederos de una de las grandes religiones
a las cuales la posmodernidad declara como obsoleta y poco creíble? Es innegable
que hay un profundo reto al cristianismo
evangélico. Mardones en relación a la pérdida de credibilidad del catolicismo hace
una descripción de estos retos, que son aplicables por igual a las iglesias evangélicas
latinoamericanas. El autor señala que algo ha sucedido, pues la misa aburre a los
jóvenes. Hay acartonamiento en la liturgia en general. A la vez, hay una carencia
de experiencia personal. Un ritualismo que no hace eco en el interior de las personas.
Y una devaluación del cuerpo, menospreciándolo como si la religión no la hicieran
y vivieran seres encarnados.
Podemos hacer un paralelo
al respecto y decir, que algo ha sucedido en nuestras iglesias evangélicas que ha
provocado un estancamiento de las mismas, sino en otros casos su extinción. Hemos
fallado en la liturgia, que ciertamente no
tiene su razón de ser en el entretenimiento, pero que si ha de edificar la vida
de quienes participan en él, pero que en la práctica no es relevante ni pertinente.
Por igual, la expresión de las emociones, que aunque no son el foco principal en
el que se expresa la fe, sí es parte elemental en la vida de todo individuo, pero
que en gran medida ha sido reprimida sino es que satanizada. Y qué decir, de ese
cristianismo superfluo, que encuentra su máxima expresión en una reunión dominical,
pero que carece de trascendencia en lo cotidiano de la vida. Y peor aún, un olvido
negligente del templo de Dios, el cuerpo, de tal manera que nos hemos convertido
en más docetistas que los docetas mismos. Es de esperarse entonces, que las críticas contra las iglesias denominacionales,
especialmente las históricas sean recurrentes y destructivas. La fe entonces, se
ve lejana a una institución o tradición, las cuales no son dignas de confianza,
y por ende la verdad religiosa se fundamenta en la experiencia subjetiva del individuo.
C. Espiritualidad
a la carta.
La religión se presenta
hoy, no tanto como una herencia que se recibe, sino como el resultado de una búsqueda, de una elaboración personal.
La religión se ha individualizado, y por
ende la sensibilidad religiosa gira alrededor del individuo, de tal manera que cada
persona puede construir como bien le parezca su propia religión, estamos pues, en
la era de la privatización de lo religioso. Es por ello que, hoy se habla de la
fe cómoda, pues el hombre mismo ha creado a su dios a su manera, y que no le demanda
un comportamiento ético concreto o un estilo de vida determinado. Hoy se es creyente
pero a la carta, se mantiene tal creencia, se eliminan otras, se mezclan los evangelios
con el Corán, el budismo, etc., Vivimos en una época caleidoscópica del supermercado
y servicio religioso. Estamos ante un cóctel de individualismo religioso. Peter
Berger ante esta nueva configuración la llama “mercado religioso”; una abundante
y variada cantidad de opciones espirituales que se ofrecen a los potenciales “consumidores”.
Representa la negación de lo religioso a favor de una sacralidad cósmica. Un movimiento
sin textos sagrados y sin líder, sin organización estricta y sin dogmas. Es una
expresión de la espiritualidad de nuestro tiempo, en el que se está con sed de lo
sagrado. Sin embargo, lo que ha resultado hasta hoy, es otro cristianismo a la carta,
en especial en la liturgia, pues mientras el culto en las iglesias evangélicas históricamente
estaba centrado en la predicación de la Biblia, con el surgimiento del culto como
entretenimiento, la música compite con la predicación. Los púlpitos vacíos de las
iglesias y la cultura del entretenimiento, son algunos de los factores que han provocado
que el culto y la iglesia se vean como recreación, como al gusto de cada grupo.
Así que, cuando analizamos
la liturgia evangélica latinoamericana, especialmente la carismática, que representa
nuevas opciones o lógicas, hemos de reconocer que en realidad estamos ante una espiritualidad
a la carta. Al estilo de la New Age, este es un retorno de lo premoderno. Época
en la cual el hombre reposaba su fe en amuletos, reliquias o conjuros. Especialmente
esto es fácil de distinguir por el sobre énfasis en la guerra espiritual y una imagen
simplista de lo demoníaco. Entonces, ¿estaremos realmente ante una nueva lógica
cultica contextualizada en América Latina, o más bien, será producto de la concepción
de la religión del ser humano de hoy? Esto sin duda señala que aunque la posmodernidad
nos abre la posibilidad de una nueva lógica en muchos sentidos, en especial la cultica,
pero es probable que la liturgia sea mas hedonista que cristiano, más postmoderno
que bíblico, y hasta más satánico que del cielo, con lo que se palpa que esta nueva
lógica, en realidad es producto del paradigma de la postmodernidad.
Lo anterior deja en
claro que esta nueva lógica cúltica está todavía muy lejos de ser la respuesta que
las iglesias pueden ofrecer en su contexto. Lo que nos invita a no imitar e importar modelos que se origina
en otros lares, y adoptarlos sin reflexión alguna, como si éstos fueran la solución
a las demandas de la sociedad en la cual está inserta la iglesia. ¿Qué hacer ante
este gran mercado religioso que ha permeado hasta en las iglesias evangélicas? ¿Qué
nos ha de distinguir de las demás ofertas religiosas? En un mundo secularizado el
cristiano era fácil de distinguirse, pero en un mundo religioso, es en verdad difícil
definir su identidad cristiana. Tal parece que las marcas litúrgicas ya no son los
distintivos claves en la expresión de la fe, pues son imitados con facilidad por
la gran masa de movimientos religiosos, o viceversa. Por lo que quizás, es la vivencia
día a día de la fe, lo que será el único distingo visible de la identidad cristiana.
D. Espiritualidad
emocional.
Hoy en día la falta
de compromiso se observa en todos los ámbitos de la vida. Contrario a ello, se encuentra
lo que Lipovetsky denomina “felicidad light”. El placer está masivamente valorado
en todas las áreas de la vida. El deseo del hombre postmoderno es buscar más y mejores
experiencias, pues no queda satisfecho con lo que tiene y experimenta. El ser humano
postmoderno es un hedonista que anda en busca de la felicidad. Todo lo que le interesa
es pasarla bien, concentrándose en su realización personal. Esta búsqueda está centrada
especialmente en el consumismo. Ejemplos de ello, son, por una parte el deporte
en general, que se ha convertido en una religión. Las catedrales son los campos
de fútbol, de baloncesto, las pistas de tenis, autos, etc. Peregrinaciones tumultuosas
se dirigen a estos santuarios cada fin de semana. Aunado a esto se encuentra la
religión del cuerpo, pues hoy ocupa un lugar muy importante dentro de los valores
occidentales, provocando un boom por lo light, que no obedece en primer término
al cuidado de la salud, sino al culto del cuerpo. El narcisismo en su máxima expresión
lo encontramos en el sobre cuidado que se le da al cuerpo, pues se debe ser alto,
delgado y juvenil, que sepa moverse con dinamismo, elegancia y que físicamente sea sexy tal cual un maniquí. Sin embargo, las iglesias
evangélicas en América Latina, especialmente las de corte carismático no se escapan
de esta espiritualidad emocional. Es frecuente encontrar frases tales como “Dios
me ha hablado”, “Dios me ha revelado”. El acento recae sobre la experiencia emocional
subjetiva del creyente. Las reuniones de oración, de alabanza y otras más están
cargadas de emocionalismo que explotan a cada momento. La gente va a estas reuniones
a descargarse emocionalmente. La música y las canciones reflejan esta espiritualidad,
así como el desplazamiento de lo central de la predicación por el testimonio y la
experiencia personal.
Míguez Bonino hace una
importante observación sobre los consumidores de la religión, señala que el consumismo
religioso se produce principalmente en los movimientos carismáticos. Lo primordial
que prevalece en estos grupos es el hedonismo espiritual, la felicidad espiritual
y la descarga del yugo pesado que lleva el individuo en su vida. A manera de sumario de este capítulo, hemos de
recordar lo que acertadamente señala Paúl
Tornier: “El error está en querer reformar el mundo sin reformar al hombre; el cambio
de las instituciones es en vano si el corazón del hombre permanece sin cambio” .
Siguiendo esta idea, ¿a qué cambios podemos aspirar en la espiritualidad de las
iglesias evangélicas latinoamericanas sí nosotros mismos estamos atrapados en lo
light, el emocionalismo, el consumismo y lo estético? ¿Cómo refrendar nuestra identidad
cristiana cuando el mundo se ha metido hasta la médula en nuestras propias iglesias?
¿Cuáles y cuantas espiritualidades “evangélicas” existen hoy en América Latina?
¿Qué hacer para evitar que siga secuestrada la espiritualidad evangélica en manos
de los grupos carismáticos que son campo fértil de la espiritualidad postmoderna?
Las preguntas son vastas, sin embargo, las respuestas son todavía interrogantes
sin resolver, pero el desafío permanece.
CONCLUSIÓN
Analizar a la posmodernidad
y sus efectos en las iglesias evangélicas en América Latina es una labor ardua y
compleja. Especialmente, porque en esta parte del mundo, hoy en su gran mayoría
no se experimenta aún a plenitud el paradigma de la modernidad, por lo que, laposmodernidad
toma un giro diferente al que se desarrolla en otras partes del planeta, especialmente
al llamado primer mundo. Además, al ser este un fenómeno relativamente reciente
para nuestra América Latina, todavía es difícil analizarlo, describirlo y sobre
todo enfrentarlo. Sin embargo, sí es posible visualizar algunos efectos que se están
gestando, para así proponer alternativas, soluciones y medidas viables para que
las iglesias evangélicas, más que atemorizarse, puedan aprovechar este fenómeno
como un puente hacia la sociedad, para realizar la misión que el Señor nos ha encomendado.
En definitiva sí estamos ante un fenómeno que si bien, no es necesariamente una
nueva época de tiempo, y que además se le ha dado un nombre dudoso y hasta quizás
erróneo. Sí, es un fenómeno que podemos describirlo como una nueva actitud de ver
la vida, un desencanto de los ideales de la modernidad, y que altera en gran manera
a las iglesias evangélicas. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que se está
reescribiendo una nueva manera de ser y hacer iglesia en el presente tiempo. Se
está gestando una eclesiología y misiología atípica a la modernidad.Sin rayar en
el sincretismo, y en búsqueda de un diálogo real con otras confesiones de fe e ideologías,
estamos siendo desafiados a enarbolar la bandera de Cristo, en vez de las barreras
confesionales, que no sólo nos separan abismalmente, sino que fragmentan y detienen
el avance de la obra del Reino.
El desafío, es que sin
perder nuestra identidad cristiana, podamos dialogar e interactuar con aquellos
que otro tiempo estaban alejados, aislados y menospreciados de nuestras redes de
relaciones eclesiásticas, y a quienes veíamos con sospecha y hasta recelo. Pero
con los que en gran medida, hoy, podemos unir y coordinar esfuerzos para el avance
de la Misión de Dios. La cada vez más creciente pluralidad religiosa, nos desafía
con su avasalladora hambre por lo trascendente, pero también con su avidez de pervertir
y convertir al cristianismo, y a la religión en general en un exclusivismo religioso.
Lo cual, no sólo es alarmante, sino que nos alerta, para que en la búsqueda de ser
pertinentes y relevantes, no convirtamos al cristianismo, en una religión a la carta,
superfluo y vano. Quedan todavía algunos
efectos por analizar, tales como la pertinencia de los sistemas de gobierno eclesiásticos, las estrategias y métodos a utilizar para alcanzar
al hombre posmoderno, y la participación activa en la vida social del cristiano,
y otros más. Sin embargo, quiero enlistar una serie de enseñanzas que sin ser absolutos
sí son útiles para las iglesias evangélicas
latinoamericanas en su ser y quehacer en el día de hoy:
La Posmodernidad nos
ha dejado en claro que es imposible ser iglesia sin contexto. La Biblia ha de ser
entendida en su contexto, pero también vivida en un entorno particular. Las iglesias
evangélicas no pueden seguir pretendiendo “escapar” del mundo, como si esto las
hiciera mas “santas”. Todo lo contrario, es en ese contexto en que las iglesias
están insertas, en que su vida y misión toma relevancia y pertinencia. Es verdad,
que el mundo sigue representando ese lugar de tinieblas, pecado, y rechazo del Dios
Verdadero, pero, ¿no es acaso este el campo “fértil” en el que el Señor las ha dejado
para ser sal y luz? No se puede seguir visualizando al “mundo” como enemigo del
cual hay que escapar. Todo lo contrario, hemos de verlo, como ese lugar, que está repleto
de hombres y mujeres necesitados urgentemente del el amor, la paz, y la justicia
de Jesucristo. Hacer caso omiso, es condenarse a un aislacionismo y eclesiocentrismo
lastimero que históricamente ha dañado.
La Posmodernidad nos
ha dejado en claro que es impostergable el replantear una nueva eclesiología y misiología.
Esas profundas diferencias que en otro tiempo se señalaban como insuperables entre
las diferentes denominaciones, hoy, existen cada vez menos y están cerca de extinguirse
por completo. El dialogo religioso y confesional es ineludible. Esto significa,
que es inoperable que las iglesias sigan amoldadas a sus odres viejos y caducos. Ya no podemos seguir “haciendo iglesia” como llaneros
solitarios, como si sólo nosotros existiéramos en el planeta tierra. Este es el
tiempo de la cooperación, que no sólo trasciende barreras denominacionales, sino
también raciales, de idioma y de liturgia. La manera de ser y hacer iglesia, se
ha revolucionado de tal manera que es inaplazable hacer los “ajustes” necesarios
a esas eclesiologías y misiologías de importación, que sin relación con el contexto
latino fueron implantadas y aun más ensalzadas como la “única” manera de ser y hacer
iglesia. Toca ahora a las iglesias evangélicas, hacer una reflexión propia para
llegar a una “nueva eclesiología y misiología” que sin perder las bases bíblicas,
sí pueda ser representativa de esta parte del mundo tan diferente a otros lares
del planeta.
La Posmodernidad nos
ha dejado en claro que es insustituible una espiritualidad pagana y/o demoninacional
por la espiritualidad bíblica. La nueva configuración religiosa del presente tiempo,
es todo un reto especialmente para esta región latinoamericana que se caracteriza
por tener una herencia religiosa pagana y que ha sido y seguirá siendo campo fértil para casi cualquier movimiento religioso. La confusión actual entre hambre y perversión
por lo espiritual, es cada vez mas es notorio en el entorno latino. Esto ha permeado
especialmente en los movimientos pentecostáles y carismáticos, visualizándose un
sincretismo, o el llamado cristiano-paganismo. A la vez, es notable que las llamadas
denominaciones históricas, sigan soslayando “su liturgia” como si ésta fuera latina
y bíblica, negando así no sólo las enseñanzas de la misma, sino alejándose del contexto
que les rodea. Todo esto, nos alerta a hacer
una reflexión profunda y seria de las Escrituras, para encontrar en ella, el significado
pleno de la espiritualidad que el Señor desea del ser humano en el contexto particular
en que vive y se desarrolla. Es menester entonces, dejar a un lado los modelos de
espiritualidad de importación que no sólo históricamente han tenido como satánico
todo lo que huela a cultura latina, sino que han sido exaltados como los únicos
e innequívocos, lo que a la postre ha provocado división, incredulidad y sospecha.
La Posmodernidad nos
ha dejado en claro que es importantísimo formar un nuevo tipo de líder. En una cultura
dominada por el consumismo, hedonismo, lo acelerado, lo instantáneo, etc,. Se requiere de hombres y mujeres que tengan
de Dios la imaginación, sabiduría, y la inteligencia suficiente no sólo para conocer
su Biblia y la teología, sino para que de manera creativa traigan al “aquí y al
ahora” el mensaje de Dios. El modus operandis de los teólogos no puede seguir igual
que en otros tiempos. Significa entonces que las teorías, las ideas, los sueños,
han de ser traídos y probados en la realidad en que vivimos. No podemos seguir formando
a líderes que como dijera JohnA. Mackay: son teólogos del balcón. Cuando deberíamos
bajarnos de él, y ser como el apóstol Pablo, teólogos del camino, de la vida diaria.
La Posmodernidad nos
ha dejado en claro que es implacable con aquellos que la ignoran o la ensalzan.
¿Qué sucederá con todas aquellas iglesias evangélicas que en vez de ver en este fenómeno una oportunidad para ser
de influencia con su mensaje celestial, lo ven con miedo, sospechoso y peligroso,
lo cual les motiva a encerrarse en su “propio mundo”? ¿Estarán destinadas a desaparecer aquellas denominaciones
que ignoran esta lectura de la realidad? ¿Aprovecharemos fielmente este tiempo como
una oportunidad de Dios, para más que nunca hacer pertinente y relevante Su mensaje
de salvación? ¿Qué peligros corren aquellas iglesias que én el afán de contextualizarse
diluyan el significado y sentido de ser cristiano? La Posmodernidad ha llegado para
quedarse por mucho tiempo, ignorarla, es el principio de nuestro fin. A la vez,
visualizar a la Posmodernidad como “amiga” del cristianismo, no sólo es peligroso,
sino es un error que nos puede costar muy caro. Más que nunca, no podemos pasar
por alto, el anhelo expresado en la oración de Jesús, cuando dijo: Padre, no te
pido que los saques del mundo sino que los guardes del mal. Santifícalos en tu verdad,
tu Palabra es verdad (Jn. 17:15,17).
Este es un extracto de
http://www.recursosteologicos.org/Documents/Posmodernidad_y_sus_desafios.pdf
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